Geert Wilders
Líder del PVV (2006-)
Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 3/3/2017. En las elecciones generales del 15/3/2017 en los Países Bajos el partido de Geert Wilders, el PVV, no cumplió sus expectativas de victoria y, con una ganancia de cinco escaños, ascendió de la tercera a la segunda posición en la Tweede Kamer. El VVD del primer ministro Mark Rutte retuvo entonces la condición de primera fuerza y volvió a articular el Gobierno nacional. El PVV perdió tres de sus 20 escaños en las generales del 15-17/3/2021, cuando sacó el 10,8% de los votos. En las elecciones generales anticipadas del 22/11/2023 la formación derechista rebotó hasta el 21,8% de los votos y los 34 escaños, resultados no previstos por ningún sondeo. Convertido en líder de la primera fuerza parlamentaria, Wilders reclamó su derecho a formar y presidir el próximo Gobierno de los Países Bajos. Sin embargo, esta posibilidad fue rechazada por los potenciales socios de una hipotética coalición conservadora.
Tras una serie de discrepancias y contratiempos, el PVV llegó finalmente a un acuerdo con el VVD (liderado por Dilan Yesilgöz en lugar de Rutte, primer ministro saliente), el Nuevo Contrato Social (NSC) y el Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB) para alinear un Gabinete apoyado en una mayoría de 88 escaños cuya jefatura recaería en Dick Schoof, un funcionario independiente. El Gabinete Schoof tomó posesión el 2/7/2024, 223 días después de las elecciones, y en su seno el PVV disponía del mayor número de puestos, cinco ministerios con cartera, entre ellos el nuevo de Asilo y Migración, y cuatro secretarías de Estado, además de uno de los cuatro puestos de viceprimer ministro, para Fleur Agema. Wilders se reservó una influencia decisiva sobre el nuevo Gobierno en su condición de líder del PVV.
En el inicio de 2017, los gobiernos e instituciones de la UE, conmocionados por el mazazo del Brexit y en máximo vilo por las próximas elecciones presidenciales de Francia, contemplan con no menos aprensión el fuerte empuje del opositor holandés Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV) y uno de los más prominentes tribunos de la derecha nacionalista radical europea. El 15 de marzo los Países Bajos celebran unas elecciones generales trascendentales porque podrían convertir en la primera fuerza de la Tweede Kamer a un partido cuyo jefe, desde que se escindiera de la formación liberal conservadora, el VVD, que hoy gobierna en La Haya en gran coalición con los laboristas y Mark Rutte de primer ministro, no ha dejado de esgrimir un discurso, cada vez más virulento si cabe, obsesionado con preservar la "soberanía", la "identidad" y la "cultura" nacionales de los holandeses frente a la doble "amenaza" que entrañan la "invasión musulmana" y el "monstruo de Bruselas".
Agitador infatigable a pesar de vivir entre estrictas medidas de seguridad por estar amenazado de muerte y de haber sido juzgado dos veces (en 2011 con sentencia absolutoria y en 2016 con condena, aunque sin pena o multa) por incitación al odio y la discriminación de los musulmanes en general y los marroquíes —toda una fijación en él— en particular, Wilders ofrece un plan esquemático y rico en populismo, que sin embargo cala en un electorado descontento.
Tres son los pilares de su plataforma rupturista: cerrar las fronteras a la "inmigración masiva" de aquellos que, denuncia, ni se adaptan, ni se integran; "desislamizar" Holanda mediante la clausura de mezquitas, la expulsión de los musulmanes causantes de "inseguridad" y la prohibición del Corán y el velo femenino; y "recuperar la independencia" con el abandono de la UE, el Nexit (nada menos que aquí, uno de los países signatarios de los Tratados de Roma de 1957 y donde se firmó el Tratado de la Unión en 1992), sobre el que quiere consultar a la población con un referéndum vinculante a la británica. Su programa para los comicios de 2017, titulado ¡Los Países Bajos son nuestros de nuevo! , no es más que un folio de 11 puntos telegráficos donde también reclama menos impuestos y más protección social para los autóctonos.
Desde 2015, la verbosidad incendiaria de Wilders, que él sitúa al amparo de la libertad de expresión básica en las democracias, incluso cuando equipara al Corán con el Mein Kampf de Hitler y al Islam con el totalitarismo nazi, encontró un formidable estímulo en cuatro grandes turbulencias europeas. Estas fueron el tercer rescate financiero de Grecia, la ofensiva terrorista del yihadismo contra Francia, la crisis de los refugiados y, por supuesto, el Brexit, celebrado con alborozo al igual que la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. A Wilders, sus detractores le describen como un demagogo que atiza las peores fobias a los musulmanes, los extranjeros y la integración europea, saboteando así el diálogo, el respeto y la tolerancia entre comunidades, así como la solidaridad entre gobiernos en aras de un proyecto común.
Él, un político criado en el liberalismo clásico, niega de plano ser un racista y que el PVV represente la ultraderecha; al contrario, presume de defender los derechos de las mujeres y los homosexuales, y de ser un gran amigo de Israel. Además de un demócrata progresista que aborrece el machismo, el antisemitismo y el fascismo, siempre se ha considerado una especie de libertario iconoclasta, un fustigador de las "élites" y el patriota capaz de salvar los valores nacionales del "abismo de la utopía multicultural".
Entre 2010 y 2012, hasta que retiró su apoyo al Ejecutivo por sus medidas de austeridad y forzó el adelanto electoral, Wilders jugó a ser el árbitro de la política holandesa al sostener el Gobierno entonces minoritario de Rutte y determinar el endurecimiento de las normativas de residencia y asilo. Desde 2013 abandera una alianza de partidos de la derecha populista europea junto con la francesa Marine Le Pen. Si ella aspira a ser elegida presidenta de Francia, él sueña con convertirse en primer ministro de Holanda, un escenario de lo más incierto porque aun ganando las elecciones estaría obligado a formar un Gobierno de coalición. Y hoy por hoy ninguna otra fuerza parlamentaria parece dispuesto a ayudarle.
(Texto actualizado hasta 3 marzo 2017).
Un diputado del arco liberal
Natural de Venlo, ciudad de la provincia de Limburgo adosada a la frontera con Alemania, se crió en un hogar de clase acomodada y fe católica, donde era el más joven de cuatro hermanos. Su padre tenía un buen puesto de gerente en la compañía Océ, un fabricante nacional de sistemas de impresión y copia de textos que muchos años después sería adquirido por la multinacional Canon. Tras completar la educación secundaria en su ciudad natal, el joven Wilders se propuso ver mundo, tomando una senda aventurera sin tener las ideas claras sobre su futuro profesional y descartando por el momento el ingreso en la universidad.
Con 18 años, el futuro polemista de la política holandesa se plantó en Israel, cuando en el Gobierno se sentaban la derecha sionista del partido Likud y el primer ministro Menahem Begin. Durante una larga temporada, Wilders trabajó como voluntario en un moshav, o asentamiento agrícola, y con contratos remunerados en varias empresas locales. Estando allí, aprovechó para conocer de primera mano varios países árabes de la zona, pero esta experiencia viajera solo sirvió para reafirmarle en sus simpatías proisraelíes. En 1984 Wilders regresó a Holanda y encontró acomodo laboral en las área de los seguros sociales privados y las prestaciones públicas del Estado. Durante cuatro años estuvo en las nóminas de empleados de las instituciones Ziekenfondsraad, centrada en los seguros de salud, y Sociale Verzekeringsraad, relacionada con las pensiones laborales. Al mismo tiempo, procuró dotar a su pobre currículum académico de un capítulo formativo superior asistiendo a un cursillo sobre seguros médicos impartido por la Fundación para la Educación en la Seguridad Social (SOSV) de Ámsterdam y tomando clases sobre materias de Derecho en la Universidad Abierta de los Países Bajos.
Adquirir un conocimiento preciso de los distintos niveles de la protección social de su país, caracterizada por la generosidad de unos subsidios que en ocasiones daban pie a situaciones de picaresca y abuso, no convirtió a Wilders en un defensor a ultranza del Estado del bienestar holandés, el Verzorgingsstaat, uno de los más avanzados de Europa y cuya sostenibilidad empezó a debatirse seriamente en los años noventa. Su enfoque era contrario al modelo del Estado providente y gran cobrador de impuestos, así que en 1989 se afilió el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (Volkspartij voor Vrijheid en Democratie, VVD), formación liberal conservadora de tamaño medio que desde su creación en 1948 venía funcionando de manera intermitente como un comodín parlamentario para formar gobiernos de mayoría, aliado ora con la Llamada Demócrata Cristiana (CDA) y sus predecesores conservadores, ora con el Partido Laborista (PvdA), las dos fuerzas predominantes de la política nacional. Los liberales siempre instaban a democristianos y laboristas a rebajar la presión fiscal a las rentas de trabajo, a confeccionar unos presupuestos equilibrados y a desregular la economía de mercado.
En el VVD, Wilders, que en 1992 contrajo matrimonio con la diplomática húngara Krisztina Marfai, no tardó en quedar bajo el patrocinio personal de Friks Bolkestein, diputado, antiguo ministro de Defensa y entre 1990 y 1998 máximo dirigente del partido en tanto que líder de su grupo parlamentario en la Tweede Kamer, la Cámara baja de los States General o Parlamento. Wilders asistía a Bolkestein en el papeleo parlamentario y en la redacción de discursos, y quedó influenciado por sus opiniones críticas con los inmigrantes venidos de países de África y Asia, y sus dificultades para integrarse en la sociedad holandesa. En esta época, Wilders, convertido asimismo en asesor de su jefe en cuestiones de política internacional, volvió a viajar a varios países de Oriente Medio, como Jordania, Siria e Irán.
En 1997 Wilders, a los 34 años, se estrenó en la política representativa con un puesto de concejal en el Ayuntamiento de Utrecht. Él vivía en un barrio residencial de esta ciudad, Kanaleneiland, caracterizado por la profusión de grises bloques de apartamentos baratos que acogían a muchos inmigrantes de procedencia magrebí. El flamante político cada vez miraba a sus vecinos musulmanes con peores ojos, pues a su entender eran un colectivo de ciudadanos conflictivos incapaces de adaptarse a los usos y costumbres locales, que creaban inseguridad en las calles y que sucumbían fácilmente a las prédicas de los imanes de mezquita integristas. Al parecer, el concejal sufrió un asalto en su propio vecindario, experiencia desagradable que contribuyó a radicalizar su pensamiento.
En las elecciones generales de mayo de 1998 el VVD, bajo la dirección de Bolkestein, experimentó los mejores resultados de su historia al saltar a la segunda posición, solo por detrás de los laboristas del primer ministro Wim Kok, con casi el 25% de los votos y 38 diputados. En representación de Utrecht, Wilders figuró entre los debutantes liberales en la Tweede Kamer y pasó a formar parte de un bloque oficialista al que daban vida las bancadas del PvdA, el VVD y el partido también liberal, pero orientado al progresismo de centro-izquierda, Demócratas 66 (D66). Esta era la coalición tripartita que gobernaba Holanda desde 1994, e iba a seguir haciéndolo hasta el final de la legislatura en 2002.
En sus primeros cuatro años en el Parlamento nacional, Wilders, supeditado al sucesor de Bolkestein, Hans Dijkstal, no destacó especialmente. Era un diputado de base y apenas tenía ocasión para demostrar sus habilidades oratorias en la Cámara, aunque apareció en programas de televisión, donde exponía sus puntos de vista críticos con las interpretaciones extremistas de la religión musulmana. Al público le llamaba sobre todo la atención su presencia física, con una abultada melena rubia teñida de platino y peinada hacia arriba que le daba el aspecto de un notable dieciochesco.
La hora del protagonismo le sonó a Wilders tras las elecciones generales de mayo de 2002, celebradas bajo el impacto del asesinato por un activista de izquierdas de Pim Fortuyn, el carismático líder de un novísimo partido de la derecha populista, hostil a la inmigración y al Estado del bienestar, que llevaba su nombre. Aunque Wilders retuvo su escaño por Utrecht, el VVD sufrió un duro revés, solo superado por el descalabro histórico de los laboristas, al retroceder hasta el 15,5% de los sufragios y los 24 diputados. Además de por la CDA de Jan Peter Balkenende, primer ministro entrante, los liberales fueron superados por la Lista de Pim Fortuyn (LPF). Sin embargo, la LPF, privada de su jefe fundador, se enfangó en las pendencias internas y no tardó en evaporarse de la escena política neerlandesa, hasta firmar su autodisolución en 2008, aunque no sin antes saborear las mieles del poder como socio menor de la CDA en el primer Gobierno de coalición, de menos un año de duración, encabezado por Balkenende.
De este Ejecutivo comandado por los democristianos el VVD siguió siendo parte, al igual del que le siguió, el Balkenende II, tras las elecciones anticipadas —a raíz de la temprana caída del primer Gabinete, a causa precisamente de las disputas intestinas del LPF— de enero de 2003, que permitieron a los liberales recuperar algo del terreno perdido. El nuevo líder parlamentario del VVD, Gerrit Zalm, viceprimer ministro y ministro de Finanzas con Balkenende, excluyó de las tareas del Gobierno a Wilders, que no ofrecía ninguna área de especialidad concreta, pero lo mantuvo en el candelero como portavoz de la agrupación.
Entre 2002 y 2004 el diputado, apodado Mozart por su peculiar cabellera, dibujó en torno a sí un amplio círculo de visibilidad a golpe de comentarios negativos sobre el Islam. Estas valoraciones, al principio, fueron toleradas por el liderazgo del VVD, acaso como un guiño populista para captar electores de derechas, pero su tono crecientemente agresivo terminó por enfrentar a Wilders con la dirección del partido. Esta estimaba que el diputado se propasaba al esgrimir un discurso más propio del nacionalismo intolerante y radical. Se trataba de una retórica incompatible con el ideario del VVD, un partido liberal clásico alejado de la extrema derecha, y que no iba a la zaga de la que había hecho famoso al malogrado Pim Fortuyn, llegando a rebasarla en el tema de los musulmanes. Además, Wilders no ocultaba su absoluta disconformidad con la postura oficial del partido favorable al ingreso de Turquía en la UE.
Ruptura con el VVD, fundación del PVV y definición de una agenda nacionalista
Las tensiones entre Wilders y el líder parlamentario del VVD, Jozias van Aartsen, fueron en aumento, sobre todo por la cuestión de la eventual entrada de Turquía en la UE, y en septiembre de 2004 llegó la previsible expulsión del disidente del partido. Refugiado en su escaño, el diputado no perdió un instante en fraguar su propia fuerza política, provisionalmente llamada Groep Wilders (el Grupo de Wilders). Llegado noviembre, los Países Bajos se estremecieron con el asesinato del cineasta Theo Van Gogh, una celebridad del mundo de la cultura protagonista de virulentas polémicas por sus ataques sarcásticos a la clase política holandesa y a las religiones, la fe de Mahoma en particular. Van Gogh estaba amenazado de muerte y acabó siendo asesinado a tiros, en una calle de Ámsterdam a plena luz del día, por un joven holandés de padres marroquíes que supuestamente se había radicalizado en una mezquita de La Haya.
Wilders se indignó como el que más por este magnicidio. Además de exacerbar sus sentimientos antiislámicos, la trágica muerte de Van Gogh tuvo el efecto de estrechar sus relaciones políticas con la somalí de nacimiento Ayaan Hirsi Ali, una diputada del VVD distinguida por su campaña contra la mutilación genital femenina y vehemente detractora del Islam, a la que tachaba de religión fanática y retrógrada. Hirsi Ali era la guionista del cortometraje más controvertido de Van Gogh, Submission, estrenado recientemente y donde aquel denunciaba los maltratos que las mujeres musulmanas padecían a manos de sus maridos y familiares varones, contenido que había concitado contra el director acusaciones de blasfemo por parte de algunas autoridades musulmanas.
El 10 de noviembre de 2004, solo ocho días después del asesinato de Van Gogh, los servicios de seguridad detuvieron en La Haya a dos individuos armados sospechosos de preparar un atentado inminente contra los dos diputados liberales. El incidente obligó a Wilders y a Hirsi Ali a acogerse a la protección policial y a esconderse, pero su nueva vida de clandestinos en su propio país y vigilados por guardaespaldas no les hizo claudicar en sus ideas. En el caso de Wilders, a los pocos meses publicó el libro Kies voor vrijheid (Elige la libertad), todo un alegato nacionalista donde el autor invocaba la "libertad", la "independencia" y la "prosperidad" de los Países Bajos, nación que debía preservar su "propia identidad" frente a la invasión de "culturas exóticas" y la injerencia de "organizaciones supranacionales".
Kies voor vrijheid era solo una primera andanada política. Subir a la web personal las caricaturas satíricas de Mahoma publicadas en septiembre de 2005 por el periódico danés Jyllands-Posten, motivo de un desaforado estallido de cólera en el orbe musulmán que puso en serios apuros al Gobierno de Copenhague, fue una segunda declaración de intenciones de Wilders, esta vez en la forma de provocación calculada. Mientras que Hirsi Ali, que no se sentía suficientemente protegida por el Estado frente a las amenazas de los islamistas, terminó marchándose a Estados Unidos, donde reanudó su activismo, Wilders lanzó, el 22 de febrero de 2006, el Partido por la Libertad (Partij voor de Vrijheid, PVV), al que dotó de un programa contundente e inequívoco y que iba a conducir con un estilo de mando puramente caudillista. El manifiesto original del colectivo se llamaba Klare Wijn (Vino Claro), y es el que Wilders llevó a los comicios generales anticipados de noviembre de 2006. Luego, este documento fue actualizado y ampliado de cara a las legislativas de 2010, dando lugar a un programa mejor estructurado y de nombre De agenda van hoop en optimisme (La agenda de la esperanza y el optimismo).
Los pilares de la plataforma nacionalista radical del PVV eran tres: el cierre total de las fronteras a la inmigración procedente de países musulmanes y la restricción severa de la oriunda de los nuevos estados miembros de la UE, junto con la privación de derechos y la deportación para los extranjeros que cometieran delitos; la reversión de la "islamización" de Holanda mediante el cierre de escuelas islámicas y de mezquitas dedicadas a "propagar la violencia", la expulsión del país de los imanes radicales, la "prohibición" del Corán y la lucha contra el "apartheid de género" que practicaba el Islam, lo que empezaba por la completa proscripción del burka y la penalización del uso del hiyab o velo femenino en los espacios públicos; y la apertura de un debate serio sobre la participación de los Países Bajos en la Unión Europea, pues por culpa del "club de Bruselas", artífice de un nefasto "superestado multicultural", Europa se estaba convirtiendo en una "Eurabia" letal para las culturas autóctonas (la pertenencia a la OTAN, en cambio, no se cuestionaba).
Este elenco de actuaciones no tenía más propósito, insistía Wilders, que proteger, haciendo una reforma constitucional ad hoc de ser preciso, la especificidad cultural holandesa, que hundía sus raíces en los "valores humanísticos" de Occidente y en la "tradición judeo-cristiana", una afirmación esta última que el líder del PVV no encontraba en modo alguna contradictoria con sus nulas inquietudes religiosas, toda vez que se reconocía agnóstico. Así, eran "elementos esenciales" de la cultura nacional la igualdad del hombre y la mujer, y los derechos y libertades reconocidos a la comunidad LGBT (en 2001 Holanda se había convertido en el primer país del mundo en reconocer el matrimonio homosexual), justo lo que el Islam ponía en jaque.
Otros puntos del programa del PVV incidían en la bajada de los impuestos, la exigencia de ciertos requisitos de residencia, laborales y lingüísticos a los beneficiarios de los programas sociales, y el abandono de las directrices sobre economía verde, freno a las emisiones de efecto invernadero y apuesta por las energías renovables, que debían dar paso a una confianza sin complejos en las centrales nucleares y las centrales térmicas de carbón, pues los poderes públicos no hacían más que propagar la "histeria" sobre el cambio climático sin ofrecer respuestas coherentes al problema del alto grado de dependencia energética exterior de un país como Holanda. Ahora, Wilders se erigía en paladín del Estado del bienestar holandés, todo un símbolo nacional que era motivo de "orgullo" y al que había que defender de toda esa "inmigración masiva de alóctonos" que solo buscaba explotarlo en su beneficio sin asimilar las reglas y la cultura locales.
El ascenso imparable de Wilders: anti-Islam, Nexit y las cruciales elecciones de 2017
La década que siguió a su irrupción en el proscenio nacional en 2006 como líder del PVV fue para Wilders una interminable sucesión de escándalos, problemas y también grandes éxitos. Llegó a convertirse así en uno de los más influyentes dirigentes de la derecha nacional-populista europea, si acaso solo superado en locuaz celebridad por Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional francés y a la sazón estrecha aliada suya, aunque solo en los últimos tiempos, en la empresa de romper el statu quo y conquistar democráticamente el poder en sus respectivos países, blandiendo unos enunciados que sus adversarios de los partidos mayoritarios consideraban vergonzantes y peligrosos.
Primeros exámenes electorales, la polémica de la película Fitna y primera imputación penal
El bautismo electoral del PVV, en las legislativas del 22 de noviembre de 2006, dejó un buen sabor de boca a su creador. Con el 5,9% de los votos, los libertarios metieron nueve diputados y Wilders pasó a comandar el quinto grupo de la Tweede Kamer. Por lo que se veía, un sector apreciable del electorado había encontrado seductores el eslogan de campaña del PVV, "Limitar el crecimiento del número de musulmanes", y la proclama de prohibir el Corán, comparado de paso con el Mein Kampf de Hitler. Por lo demás, las votaciones brindaron la tercera victoria consecutiva a la CDA del primer ministro Balkenende, quien en febrero del año siguiente alineó su cuarto Gobierno, esta vez de gran coalición con el PvdA, sin contar con el VVD. A las elecciones provinciales de marzo de 2007 Wilders optó por no presentarse porque su bisoña formación aún tenía que construir estructuras de organización subestatales y no disponía de candidatos.
En marzo de 2008 Wilders, al que le llovían amenazas de muerte por los más diversos medios y que no iba a ningún lado sin un anillo de seguridad formado por seis escoltas asignados para su protección por el Estado, dio otra campanada, y de lo más estruendosa, con la producción de Fitna, un documental de 17 minutos que empezó siendo difundido por el sitio de descargas de Internet LiveLeak. Intercalando en una simple secuencia de imágenes versículos del Corán y registros de prensa de los grandes atentados cometidos por Al Qaeda desde el 11-S así como otras noticias sobre terrorismo, violencia contra las mujeres e intolerancia religiosa por parte de musulmanes, Fitna intentaba demostrar que el libro sagrado del Islam inspiraba a sus devotos la comisión de tales actos de odio. La película concluía con un alegato a los propios musulmanes para que expurgasen del Corán los pasajes que incitaran a la Yihad contra los infieles.
Para Wilders, Fitna debía ser visto como una "llamada a sacudirse de la creciente tiranía de la islamización", al igual que en 1945 se había conseguido derrotar la tiranía del fascismo y en 1989 la del comunismo en Europa, pero su difusión generó un convulsión inmediata de alcance internacional. El miedo a las amenazas con represalias islamistas llevó a LiveLeak a retirar el video con prontitud, y tanto la ONU, por boca del secretario general Ban Ki Moon, como el Consejo de Europa se apresuraron a condenar con firmeza su divulgación, con el argumento de que Fitna constituía un producto audiovisual deliberadamente insultante o difamatorio que saboteaba los esfuerzos para el entendimiento entre culturas y le hacía "el juego a los extremistas". El Gobierno Balkenende se alarmó ante la posibilidad de que Holanda fuera a convertirse en el centro de una vorágine de boicots y ataques de turbas exaltadas similar a la padecida por Dinamarca por el escándalo de las viñetas de Mahoma, si bien sectores de la opinión pública salieron en defensa de Wilders. Al Qaeda terció en la gresca con un llamamiento a matar al político.
A pesar de toda esta convulsión, el líder del PVV no se retractó. Insistió en que el Corán era un libro "fascista" e "incitador del odio" cuya venta no podía ser permitida en los Países Bajos, que urgía imponer una "moratoria" en la construcción de mezquitas y que al Islam había que vérsele "como una ideología, no como una religión". "No odio a los musulmanes, odio el Islam", repitió. El diputado era objeto de numerosas acciones legales y demandas criminales, y por un tiempo, corto, los intentos de juzgarle con arreglo a la legislación holandesa contra los discursos de odio no hallaron vía libre. Como en el caso de las caricaturas publicadas por Jyllands-Posten en 2005, el caso de Wilders suscitaba el debate de si sus pronunciamientos, tan ofensivos para los musulmanes, eran punibles o bien debían quedar amparados por la libertad de expresión, principio básico de las sociedades democráticas.
En enero de 2009 un panel de apelaciones formado por tres jueces admitió el recurso de un grupo de asociaciones de inmigrantes antillanos, turcos y marroquíes contra la decisión anterior por un tribunal de no procesar a Wilders por incitación al odio y discriminación por motivos religiosos y étnicos. La fiscalía pública recibió la orden de iniciar las investigaciones pertinentes, que meses después desembocaron en un pliego acusatorio contra Wilders por cinco supuestos delicitivos tipificados en el Código Penal holandés: insulto a grupos; incitación al odio contra los musulmanes a causa de su religión; incitación a la discriminación contra los musulmanes a causa de su religión; incitación al odio contra inmigrantes marroquíes y no occidentales a causa de su raza; e incitación a la discriminación contra inmigrantes marroquíes y no occidentales a causa de su raza. El abogado de Wilders intentó parar el caso apelando al Tribunal Supremo de los Países Bajos, pero esta alta instancia se inhibió.
Lejos de procurar no atizar los rescoldos ahora que afrontaba un serio lío con la justicia de casa, Wilders se embarcó en un provocativo Facing Jihad World Tour para hacer pases de Fitna en diversos países occidentales. Pudo hacerlo en Italia y en Estados Unidos, pero se topó con un veto temporal para viajar al Reino Unido, donde el Gobierno laborista de Gordon Brown, que invocó la legislación de la UE para cerrarle el paso, le etiquetó de "indeseable" y "persona non grata". En octubre de 2009 la prohibición gubernamental que pesaba sobre Wilders fue levantada por el Tribunal de Asilo e Inmigración del Reino Unido. El político holandés celebró esta exoneración como un "triunfo de la libertad de expresión" y después se desquitó realizando varias visitas a Inglaterra.
A continuación, el 20 de enero de 2010, Wilders se sentó en el banquillo de los acusados de un tribunal de Ámsterdam al comenzar el juicio en su contra. Dos meses después, en su segundo desplazamiento al Reino Unido, en respuesta a una invitación del partido eurófobo UKIP para que proyectara Fitna en la Cámara de los Lores, al problemático huésped no le pareció inapropiado emprenderla contra el Profeta Mahoma, al que llamó "bárbaro", "asesino de masas" y "pedófilo", y volver a tildar al Islam de "ideología fascista", amén de "violenta, peligrosa y retrógrada".
A estas alturas de su todavía no larga pero sí muy ruidosa trayectoria, Wilders ya era el político más notorio de Holanda. Encantado por toda la publicidad que estaba arrancando pese a que el juicio que tenía abierto podía acarrearle una condena a un año de prisión, empezó a jactarse de ser el "futuro primer ministro" del país. Esta posibilidad dejó de parecer una presunción desatinada después de las elecciones del 4 de junio de 2009 al Parlamento Europeo, en las que el PVV dio un hachazo que hizo temblar el sistema: ascendió hasta el 17% de los votos y envió cuatro representantes al hemiciclo de Estrasburgo, donde se sentaron como no inscritos, sin integrarse en ningún grupo parlamentario. En otras palabras, los de Wilders se convirtieron virtualmente en el segundo partido del país, casi pisándoles los talones a los democristianos y rebasando limpiamente a los laboristas y al antiguo partido padre, el VVD.
Un rasgo característico del Wilders de estos años era su rechazo tajante a que se catalogara su PVV como un partido de ultraderecha. Le soliviantaba que le trazaran comparaciones con el francés Jean-Marie Le Pen o con el austríaco Jörg Haider (fallecido en un accidente de tráfico en 2008) porque la suya no era en modo alguno, subrayaba, una formación fascista, ideología que abominaba. Él seguía viéndose a sí mismo como un libertario iconoclasta y como un demócrata que no podía admitir el "relativismo cultural" practicado por las élites políticas en el poder —las cuales no pasaban por sus mejores momentos en tiempos de recesión económica aguda— y que estaba comprometido con la defensa del modelo de sociedad "tolerante". En este frente, él podía ser ciertamente "intolerante", pero "solo con los intolerantes", argüía.
Interventor de la política nacional, absolución por la justicia y retroceso en los comicios de 2012
En las elecciones municipales del 3 de marzo de 2010, celebradas días antes de sembrar Wilders en Londres y en la ciudad alemana de Monschau la ya acostumbrada polémica por sus palabras incendiarias o con su mera presencia, el PVV únicamente llevó candidatos a los ayuntamientos de La Haya y Almere: en la primera urbe quedó segundo tras el PvdA y en la segunda fue la lista más votada.
La ruptura en febrero de 2010 del Gobierno de gran coalición dirigido por Balkenende condujo a Holanda a un nuevo adelanto electoral. El 9 de junio siguiente, el PVV se desfondó un poco con respecto a las europeas del año anterior y quedó tercero con el 15,4% de los votos y 24 escaños, lo que de todas maneras representaba una ganancia de 15 legisladores en la Tweede Kamer, tres más que el gran derrotado de la jornada, la CDA de Balkenende. Los comentaristas apuntaron que el electorado no consideraba que un partido populista absorto en las cuestiones de la inmigración, la supuesta islamización y la identidad nacional fuera el más indicado para arreglar la maltrecha economía.
El ganador de los comicios, el VVD de Mark Rutte, se encontró con que necesitaba al menos otros dos partidos para formar un Gobierno de mayoría. Tras una semanas de exploraciones, las discusiones viraron hacia la creación de un tripartito que integraría al VVD, la CDA y, gran novedad, el PVV. Wilders vivía momentos de gran triunfo personal: el hombre al que buena parte de la opinión pública europea veía como un agitador islamófobo sin escrúpulos y que estaba siendo juzgado por incitación al odio, discriminación e insultos, recibía un rol político de postín en aras de la gobernabilidad de Holanda, compartiendo estrado y focos con Rutte y el líder democristiano, Maxime Verhagen. En Holanda no existía el "cordón sanitario" que por ejemplo afectaba al Frente Nacional en Francia. Ahora, Wilders podía jugar las cartas del político respetable y responsable.
Pero el líder del PVV, que en julio anunció a bombo y platillo la creación de una Alianza Internacional de la Libertad para difundir el mensaje de "paremos el Islam, defendamos la libertad", se arrogó un papel de árbitro displicente de la política holandesa. Alegando que la menguada CDA, donde un nutrido sector se había rebelado contra cualquier pacto con él, no era "suficientemente estable" para un Ejecutivo de coalición, Wilders hizo fracasar unas negociaciones que habrían proporcionado ministros a su colectividad. A cambio, aceptó apoyar exteriormente un Gobierno bipartito VVD-CDA con Rutte de primer ministro. El 28 de septiembre Rutte, Wilders y Verhagen sellaron un llamado "acuerdo de tolerancia", por el que el PVV "toleraría" desde el Parlamento el funcionamiento fluido del nuevo Gabinete de liberales y democristianos, que a cambio tendría que "consultar" con aquel las políticas sobre inmigración, asilo y seguridad, así como en todo lo relacionado con la economía y las finanzas.
El pacto incluía cambios en el primer ámbito con fuertes restricciones a la reunificación familiar de los residentes extranjeros, la concesión de la doble nacionalidad y la entrada de inmigrantes con baja cualificación laboral, así como un plan para prohibir el uso del velo integral por las mujeres musulmanas en todos los espacios públicos, en la línea de las leyes recientemente aprobadas en Francia y Bélgica. Wilders y otros miembros del PVV se congratularon porque los holandeses hubieran decidido "frenar la ola islamizadora de nuestra cultura e identidad", pero Rutte recalcó que ni su partido ni el nuevo Gobierno compartían esos enfoques del Islam, el cual no estaba en su punto de mira, ni siquiera a la hora de reformar la legislación sobre la inmigración y el asilo, la cual no se dirigiría contra un colectivo concreto.
En cuanto al apartado económico, los tres partidos acordaron atacar el déficit público con un ahorro presupuestario de 18.000 millones de euros hasta 2015. La reforma del sistema de pensiones entraba en los planes del nuevo Ejecutivo con la pretensión de alargar un año, desde los 65 a los 66, la vida laboral de los trabajadores; durante la campaña, Rutte había deslizado su preferencia por retrasar la edad de jubilación a los 67 años, mientras que Wilders se había opuesto a cualquier reforma en este terreno. La previsión de la mengua por etapas de diversos aspectos de la providencia social hasta 2020 y la expansión de la generación eléctrica de fuente nuclear, tal como quería el PVV, eran otros tantos capítulos de una agenda nítidamente liberal y proempresarial.
En octubre de 2010, mientras disfrutaba de su condición de sostén del Gobierno Rutte y al poco de participar en los actos del noveno aniversario del 11-S en Nueva York, Wilders, a través de su abogado, consiguió interrumpir el juicio iniciado en enero al ser admitida por el tribunal su recusación del panel de jueces con el argumento de que estos magistrados estaban actuando con una patente falta de imparcialidad. Tendría que haber un nuevo juicio, y este arrancó en febrero de 2011. El 1 de junio siguiente, a la conclusión de las declaraciones de los testigos de la defensa y la acusación, Wilders se declaró no culpable de los cargos que se le imputaban y el día 23 el tribunal dictó una sentencia de total absolución. La corte argumentó que el discurso de Wilders sobre el Islam, a pesar de todas sus invectivas, quedaba amparado por la libertad de expresión y debía ser visto como parte de un debate político legítimo.
El desenlace favorable de su juicio parece que envalentonó a Wilders. Al comenzar 2012, el PVV empezó a ponerle las cosas difíciles al Gobierno minoritario de Rutte con una campaña de tintes xenófobos dirigida contra los inmigrantes laborales del este de Europa. Wilders dio altavoz a su rechazo a la libre circulación de personas de estos países y, por primera vez, se puso a reclamar la celebración de un referéndum sobre la participación de los Países Bajos en la Eurozona, que seguía agitada por la tormenta de las deudas soberanas de los países del flanco sur, sucesivamente rescatados con paquetes de créditos adelantados por los demás socios del euro. El dirigente nacionalista aseguraba que a los holandeses les iría mejor regresando al florín y condicionó su respaldo a Rutte a la convocatoria del referéndum sobre el "proyecto fallido" del euro. Además, se negó a avalar el proyecto del primer ministro de aplicar un recorte presupuestario adicional de 16.000 millones de euros para cumplir los objetivos de reducción de déficit si este metía la tijera en los beneficios sociales de los holandeses.
El 21 de abril de 2012, días antes de presentar en Washington su tercer libro, Marked for Death: Islam's War Against the West and Me, obra centrada en su persona y escrita en inglés que seguía a sus dos primeros libros en holandés (Kies voor vrijheid de 2005 y Dossier Wilders de 2010), Wilders materializó su amenaza y declaró roto su soporte al Ejecutivo porque este, al decantarse por la austeridad con menoscabo de las partidas sociales, se había doblegado a los "dictados europeos" de no exceder el tope de déficit del 3% del PIB, tal como marcaba el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. El intento de Rutte de recomponer las relaciones fracasó y dos días después el primer ministro se resignaba a presentar la renuncia, dando por truncada la legislatura y abocando al país al anticipo electoral.
A las votaciones generales del 12 de septiembre de 2012 Wilders se presentó arrastrando el cuestionamiento a su estilo autoritario de liderazgo por algunos miembros destacados del PVV y voceando las consignas, consideradas subversivas por las demás fuerzas políticas, de sacar a Holanda, el país donde en 1992 se había firmado el Tratado de Maastricht y uno de los siete signatarios del Tratado de Roma de 1957, de la Eurozona y de la mismísima UE, todo a fin de "recuperar la soberanía de los burócratas de Bruselas".
El endurecimiento de sus posturas sobre política exterior incluía la retirada de las contribuciones holandesas al FMI y el Banco Mundial, y las reducciones de la ayuda oficial al desarrollo y los aportes a las misiones de paz de la ONU. El órdago aislacionista resultó contraproducente: el PVV cayó al 10,1% de los votos y los 15 diputados, los mismos que obtuvo el Partido Socialista (SP). Por los pelos, los libertarios retuvieron el tercer lugar en la Cámara, pero su desventaja con el VVD y el PvdA se agrandó. Rutte ya no necesitaba a Wilders para nada y en noviembre el líder liberal alineó un segundo Gabinete de cómoda mayoría, al menos en la Cámara baja, junto con los laboristas de Diederik Samsom.
Formación de una alianza europea con Le Pen, campaña por el portazo a la UE y condena judicial sin sanción
Una vez regresado a la oposición al Gobierno, Wilders se puso manos a la obra con un ambicioso proyecto transnacional: forjar una alianza de los principales partidos de la UE que, como el PVV, hicieran banderas del control riguroso de la inmigración, el freno a la presencia de la religión islámica en Europa y el soberanismo nacionalista frente a las instituciones de la Unión. Esta estrategia requería dejar atrás los escrúpulos que Wilders había tenido con respecto al Frente Nacional francés, pero el viejo Jean-Marie Le Pen, procesado, multado y condenado por negar crímenes de guerra y cuestionar el Holocausto, ya no mandaba en ese partido; ahora lo hacía su hija, Marine, quien públicamente renegaba del antisemitismo y el racismo de su padre, si bien eran conocidas sus opiniones críticas con Israel y el matrimonio homosexual, todo lo contrario que Wilders, sionista ardiente y amigo declarado de la comunidad LGBT.
El 13 de noviembre de 2013 unos sonrientes Wilders y Le Pen dieron en La Haya una rueda de prensa conjunta para presentar el nuevo proyecto de colaboración entre el PVV y el FN, que tendía la mano a otras fuerzas afines para poder formar un grupo parlamentario tras las elecciones europeas de 2014, lo que requería sumar un mínimo de 25 diputados de al menos siete países. "Hoy es el día de la liberación de la élite europea, del monstruo de Bruselas", proclamó con entusiasmo el político holandés al lanzar su "campaña europea" al alimón con Marine Le Pen, para añadir: "Queremos decidir cómo podemos controlar nuestras fronteras, nuestro dinero, nuestra economía y nuestra moneda".
A partir de aquí, Wilders abrió contactos y emprendió conversaciones con agrupaciones afines de la derecha populista europea. Fueron indagados con mayor o menor fortuna el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) de Heinz-Christian Strache, la Liga Norte (LN) italiana de Matteo Salvini, el Partido Popular Danés (DF) de Kristian Thulesen Dahl, los Demócratas Suecos (SD) de Jimmie Åkesson, los Verdaderos Finlandeses (PS) de Timo Soini, el Interés Flamenco (VB) belga de Gerolf Annemans y el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage. Wilders excluyó de la iniciativa al Jobbik húngaro, al NPD alemán, al Ataka búlgaro y al abiertamente neonazi Amanecer Dorado (XA) de Grecia por tratarse de partidos "racistas de extrema derecha".
Precedidas por las elecciones municipales del 19 de marzo, en las que el PVV volvió a presentar candidatos solo en La Haya y Almere, las europeas del 22 de mayo de 2014 depararon unos resultados decepcionantes a Wilders. Su partido retrocedió al 13,3% de los votos y perdió un eurodiputado. Luego, él y Le Pen, capitana de una veintena de representantes en la Eurocámara, tuvieron serios problemas para amalgamar un grupo parlamentario que teóricamente sería el representante de la Alianza Europea por la Libertad (AEL), formación paneuropea animada por la líder gala, su colega holandés y otras personalidades de su arco ideológico, existente desde 2010 pero que en realidad no funcionaba como una internacional de partidos y mantenía un muy bajo perfil. Poner de acuerdo a un variopinto colectivo partidario de las derechas nacionalista, populista y euroescéptica con muchos puntos de vista divergentes y donde los egos personales eran moneda corriente resultó ser una empresa más laboriosa de lo esperado.
Hasta junio de 2015 el PVV y el FN no consiguieron articular la Europa de las Naciones y las Libertades (ENL), un grupo de 40 diputados donde el FN era el líder indiscutible y que, con cinco, cuatro y cuatro representantes cada uno, incorporaba a la LN, el PVV y el FPÖ. También eran miembros los más pequeños Vlaams Belang de Bélgica y el misógino, homófobo y antisemita —con las consiguientes reticencias de Wilders— Congreso de la Nueva Derecha (KNP) de Polonia, así como una diputada británica expulsada del UKIP. Posteriormente iba a sumárseles la pujante Alternativa por Alemania (AfD). Rehusaron unirse el UKIP, que en la anterior legislatura había liderado en la Eurocámara la Europa de la Libertad y la Democracia, y la derecha escandinava; los de Farage y los SD, junto con el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) italiano, organizaron un grupo distinto, la Europa de la Libertad y la Democracia Directa (ELDD), en tanto que el DF y los PS prefirieron incorporarse a los más moderados Conservadores y Reformistas Europeos, donde llevaba la voz cantante el Partido Conservado británico. El ENL se dotó de dos copresidentes, Le Pen y un fiel de Wilders, Marcel de Graaff.
Paradójicamente, Wilders no secundó a Le Pen, Salvini y Strache cuando estos, después de las elecciones, pusieron en marcha el Movimiento por una Europa de las Naciones y las Libertades (MENL), organización de partidos europeos de derecha que consideró al ENL su grupo en el Parlamento Europeo y que pasó a operar de manera independiente de la AEL, la cual ya prácticamente solo contó con Wilders.
Fue también en 2014 cuando Wilders empezó a dejar en evidencia su fijación negativa con los inmigrantes marroquíes, motivo de un nuevo encontronazo con la justicia. En marzo, en un acto de la campaña para la elección municipal en La Haya, el dirigente arengó a sus seguidores preguntándoles si querían "más o menos marroquíes en esta ciudad y en toda Holanda". La respuesta clamorosa de los asistentes fue un "¡menos, menos, menos!", a lo que el orador replicó: "Pues nos vamos a encargar de ello". El pronunciamiento suscitó la censura airada de la comunidad aludida y miles de personas se quejaron a la Policía. El Gobierno de Rutte protestó enérgicamente y tres representantes del PVV en los parlamentos holandés y Europeo anunciaron que se daban de baja en el partido: para ellos, su jefe de filas había cruzado todos los límites. Llegado octubre, la Fiscalía General del Estado, actuando de oficio, formuló una denuncia formal contra Wilders por los ya clásicos cargos de incitación al odio y discriminación racial.
A lo largo de 2015 y 2016, las posibilidades proselitistas de Wilders y el PVV se dispararon a causa de cuatro grandes turbulencias europeas, que contribuyeron a espolear los sentimientos euroescépticos y xenófobos en todo el continente: el tercer rescate financiero de Grecia; la terrible ola de ataques del terrorismo yihadista contra Francia; la gigantesca crisis de los refugiados, cientos de miles de personas que huían de las guerras de Oriente Medio, del conflicto de Siria fundamentalmente, y que intentaban llegar a Europa Occidental, a Alemania sobre todo, a través de Turquía y la llamada ruta de los Balcanes, siendo una de sus consecuencias, además de la emergencia humanitaria, la reimplantación de controles en las fronteras internas del Área de Schengen para bloquear la avalancha; y el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE, saldado con la victoria de los partidarios del Brexit, con el consiguiente desastre para el ya tambaleante proceso de construcción europea.
Los sucesos segundo y tercero brindaron a Wilders el pretexto para proclamar a los cuatro vientos que él siempre había tenido razón cuando hablaba de cerrar las fronteras a la "invasión islámica", mientras que el primero y el cuarto municionaron a fondo su campaña para la salida de Holanda de la UE, escenario que fue bautizado con otro neologismo de moda: el Nexit. En agosto de 2015 Wilders acusó a Rutte de haber "traicionado" a los electores al incumplir su promesa de que los Países Bajos, tras participar en los dos primeros rescates crediticios, ya no pondría más dinero para la crónicamente menesterosa Grecia. Sin embargo, la moción de censura lanzada por el PVV no atrajo el voto de ni un solo diputado de fuera de sus filas, tal que el Gobierno neutralizó la tentativa de derribo de Wilders sin problemas.
En enero de 2016, recordando las agresiones sexuales del Año Nuevo en Colonia y otras ciudades europeas, muchas cometidas por solicitantes de asilo e inmigrantes irregulares de países árabes, Wilders practicó una de sus aficiones favoritas, caldear el ambiente, con un pintoresco reparto de falsos botes de gases lacrimógenos entre mujeres para que estas pudieran defenderse de "las bombas de testosterona islámicas". En los meses siguientes, una serie de encuestas pusieron de manifiesto que la opción del Nexit ganaba terreno a toda velocidad en las preferencias del electorado holandés. Los sondeos de intención de voto de cara a las elecciones generales de marzo de 2017 dibujaban asimismo un panorama de enorme conmoción. Ya en octubre de 2015 un muestreo otorgó al PVV más del 20% de los votos por primera vez. Desde entonces, la formación derechista se colocó casi sistemáticamente en cabeza, posición ya alcanzada en otras ocasiones por períodos de tiempo más cortos desde 2012, por delante del VVD. Según se veía, todo se aparejaba raudamente a favor de Wilders, salvo tal vez en el terreno judicial.
El 18 de marzo de 2016 se inició contra el fundador del PVV el juicio penal de resultas de sus comentarios sobre los marroquíes en 2014 en La Haya. En la madrugada del 24 de junio Wilders mostró en la red social Twitter su exultación por el resultado del referéndum europeo celebrado horas antes en el Reino Unido. "Y los Países Bajos serán los siguientes"; "La era de los regentes de Bruselas y los políticos eurófilos ha terminado"; "Ahora es el turno de las personas"; "Primavera patriótica"; "¡Hurra por los británicos, ahora es nuestro turno!"; ¡Tiempo para un referéndum holandés!"... fueron algunas de las frases tuiteadas por el político, que las acompañó de las etiquetas Nexit y ByeByeEU. En julio, un sondeo reveló que un 54% de los holandeses quería que los Países Bajos siguieran la senda del Reino Unido y convocaran su propia consulta sobre la membresía nacional en la UE; de celebrarse aquella, el 48% de los encuestados votaría a favor de la salida del bloque europeo.
A finales de octubre, Wilders desobedeció una citación del tribunal que le juzgaba porque su juicio tenía carácter "político". Él era víctima de una "farsa" y no pensaba "cooperar en un proceso contra la libertad de expresión". El último día del mes, vía Twitter, su altavoz predilecto, el acusado, contumaz, insistía: "Los Países Bajos tienen un enorme problema con los marroquíes. Callar sobre esto es de cobardes. El 43% de los holandeses quiere menos marroquíes. Ningún veredicto va a cambiar eso". El 8 de noviembre tuvieron lugar las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el opositor holandés fue uno de los políticos internacionales que, yendo a contracorriente de la mayoría, se apresuró a felicitar con entusiasmo al ganador, Donald Trump. Empleando esta vez, con su oportunismo habitual, la etiqueta MakeTheNetherlandsGreatAgain (a imitación del Make America great again del candidato republicano), Wilders se congratuló por una "victoria histórica para todos nosotros" y por que en Estados Unidos la gente hubiera decidido "tomar de nuevo el control de su país", cosa que ellos, los holandeses, iban a hacer también.
El 22 de noviembre Wilders sí compareció ante el panel de jueces, aunque con actitud desafiante, negando en redondo que las palabras dichas en 2014 en La Haya fueran una expresión de odio o de racismo, y puntualizando que en aquella ocasión solo se había referido "a los delincuentes" de entre los marroquíes. El fiscal del Estado pedía para él una multa de 5.000 euros, pero no la pena del año de prisión. El 9 de diciembre de 2016 llegó la sentencia y, a diferencia de la de 2011, fue condenatoria. Wilders fue hallado culpable de incitar al odio y a la discriminación de los marroquíes, si bien se libró de pagar multa alguna. Se trató, en suma, de una condena sin consecuencias sancionatorias. Aun y todo, Wilders se sentía ultrajado e informó que apelaría el "vergonzante" veredicto.
(Cobertura informativa hasta 1/1/2017).
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